Nación

“Hay que transformar estructuras que están muy envilecidas”


El Pueblo Nuevo mantuvo una entrevista exclusiva con el filósofo Ricardo Foster luego de una presentación del mismo. El brote de xenofobia y el rol de la juventud fueron los temas centrales.

Parece ser que pobres contra pobres es igual a ganancia de ricos, por la campaña que llevó adelante Macri subido a este tema
Esa es una vieja forma de oradar al mundo popular. Construir esa especie de ficción de la guerra entre el que tiene un poquito y el que no tiene nada, y que finalmente habilita también el discurso del poder, del miedo, de la represión. No deja de ser un tema grave y complicado que en ciertos sectores populares se haya inoculado el bacilo del prejuicio, del rasismo, la xenofobia.

Cuando sale, entre comillas, un vecino, y dice “bolivianos de mierda” está movilizando prejuicios ancestrales; historias muy oscuras; muy prostibularias de la vida popular argentina también. No es solamente el que está arriba, es más, el que está bien arriba en general disimula su racismo. Cuando la cosa cloacal aparece, la cosa del discurso brutal y soez, es cuando uno percibe que hay un trabajo inmenso por hacer. Un trabajo político, pedagógico, cultural, que vaya rompiendo la mentira y la construcción mítica de que el extranjero me roba el trabajo; de que el boliviano tiene costumbres raras; etc; etc; etc.
Son el núcleo más antiguo del que va surgiendo la lógica del prejuicio y del racismo que empieza muchas veces en el rechazo del otro, se coagula en el lenguaje y cuando se dan las condiciones se transforma en violencia real.

Las sociedades tienen a veces dormido el prejuicio, pero cuando ciertas situaciones lo despiertan el peligro es muy grande. Por eso creo que fue muy importante lo que dijo Cristina (Fernández) el 10 de diciembre en que no está dispuesta a que la Argentina entre en el club de los países xenófobos, respondiendo a la exigencia de más represión con el nombramiento de Nilda Garré al frente del Ministerio de Seguridad. Una respuesta totalmente democrática.

El camino de la solución para darle cobijo a los que no tienen nada no es la bala; no es la violencia; no es la represión, es una profunda transformación de las estructuras sociales del país. Eso lleva su tiempo y hay que construir modos de contención, pero sobre todo hay que transformar estructuras que están muy envilecidas. Una de esas estructuras y una gran deuda de la Democracia son las fuerzas policiales, por eso me parece que el nombramiento de Nilda Garré va claramente en esa dirección y es reparatorio.

Desde la derecha más recalcitrante se habla de que es una aberración el tema de desarmar a la policía y al mismo tiempo esos mismos sectores ven con admiración a Inglaterra que tiene una policía que va desarmada.
Es casi del orden del sentido común, del uso racional de los argumentos. Una fuerza de disuasión, para contener una marcha o una protesta social, no puede tener como instrumento decisivo un arma para matar. El arma es un medio de protección que usan las policías cuando se enfrentan a delincuentes.

La historia de la protesta social en la Argentina, va desde el que protesta porque no tiene nada hasta, como vimos en el 2008, a aquellos que cortaban rutas en el país siendo dueños de cientos y miles de hectáreas. La lógica de la represión está ligada a un concepto de orden, detrás de la palabra orden está esta idea de la criminalización, del ejercicio de la violencia sobre el otro. Es una manera de mantenerlos a raya, de ejercer un poder hegemónico, entonces la disputa atraviesa también el llevar o no armas para matar. La decisión la tomó primero Néstor Kirchner, después vimos como en los últimos tiempos, una mano oscura y peligrosísima, volvió a introducirse y mato. Mariano Ferreira; los asesinados en el Parque Indoamericano; la represión en Formosa, y a eso hay que decirle basta.

Es una extraordinaria responsabilidad del estado, y más de un gobierno que vino a transformar democráticamente al estado, impedir que desde adentro incluso se ejerza violencia sobre los que menos tienen.

¿Cómo vez esta realidad de la vuelta de la juventud y de la gente en general hacia la militancia política?
Estamos viviendo un momento excepcional. Si pensamos todo los que se discutió en la Argentina de los últimos años desde la renta agraria; la reestatización jubilatoria; el derecho civil igualitario; la Ley de Glaciares; la Ley de Servicios Audiovisuales, nos muestra una sociedad en debate y esto es fabuloso que suceda.

Esta es una sociedad antagónica inversamente proporcional a lo que era la sociedad de los ´90, que era una sociedad vaciada; frivolizada; que veía con indiferencia como se destruía su estructura patrimonial; como se despojaba a millones de argentinos de derechos elementales. Esta es una sociedad, en realidad una parte porque nunca es el total de la sociedad, que piensa que puede volver a construir puentes tanto hacia la memoria como entre generaciones y que puede volver a ocupar, de un nuevo modo y bajo nuevas experiencias, el espacio público. Una sociedad que vuelve a capturar la herramienta clave para su formación que es la política y la puede sacar de ese marasmo jurídico prostibulario en el que estaba metida la política en los años ´90.

Es decir, devolverle a la política lo que es por definición, el instrumento para buscar transformar en un sentido más justo a la sociedad. Entonces me parece que estamos viviendo un momento histórico formidable, que es por supuesto también riesgoso y peligroso, porque el poder real en la Argentina sigue siendo el de siempre y sabe de que manera impedir que se avance en la distribución de los bienes materiales y simbólicos de una sociedad, pero lo que se ha venido haciendo es mucho y se ha abierto una potencia participativa lo suficientemente sólida e intensa para que podamos mirar con mucho optimismo lo que está por venir.

 
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