Nación

Jugar a la política

No está mal hacer política, no está mal tener ambiciones políticas, lo malo es, en todo caso disfrazar esos legítimos intereses con otros legítimos derechos, como los de la protesta gremial, pero que mezclados, camuflados uno de otro se bastardean entre si y bastardean a quienes lo protagonizan. El acto de este miércoles como lanzamiento de la campaña Moyano 2015.

Hugo Moyano tiene todo el derecho de querer ser Presidente de la Nación y su ambición de serlo es absolutamente legítima, tanto como la que pueda tener cualquier ciudadano argentino, sin embargo hacerlo basado en que un trabajador debe ser Presidente, como postuló en su último acto público junto a Cristina Fernández desvalora ese derecho, lo vacía de contenido.

Hugo Moyano tiene todo el derecho a encabezar un paro decretado por su gremio o por la Confederación General del trabajo que él mismo preside, sin embargo anunciarlo en un programa de televisión (más allá que sea por TN y el que conduce Bonelli) demostrando que responde a una decisión personal, quita entidad al gremio que representa, pero quita también seriedad a las decisiones que toma la CGT misma.
Ahora bien, ¿por qué se realiza este paro?

El primer motivo fue porque las paritarias no habían dado resultado, a lo que luego se agregaron las denuncias penales, y después el impuesto a las ganancias en los sueldos.

Ahora bien, ¿todo esto es válido?

En principio parece poco como para realizar un paro general a un gobierno democrático que ha tenido una política cuando menos proactiva respecto al sector, casi forzado, como buscando un pretexto que justifique la medida.

Pero vayamos al que finalmente, luego de convocado el paro desde el canal de noticias de Magnetto, se convirtió en el motivo de la medida: el impuesto a las ganancias aplicado a los sueldos.

Un impuesto que en principio es injusto, que incluso puede ser cuestionable, pero que también puede no serlo. Según cifras oficiales conocidas hoy mismo, en la jornada previa al paro, el ochenta y uno por ciento de los trabajadores no se encuentra afectado por esta medida, todo ello sin contar que anualmente se eleva el monto del mínimo no imponible, es decir que en el transcurso del año será elevado y quienes no estaban incluidos volverán a quedar fuera del mismo.

Ahora, más allá de la legitimidad o no del impuesto, lo cierto es que el debate sobre la misma se debe hacer desde la verdad y la honestidad. Y en ese marco, se llegó a decir que el Impuesto a las Ganancias solo se cobra en Argentina, cuando en realidad se ha generalizado en casi todo el mundo, siendo en nuestro país donde se cobra uno de los porcentajes más bajos.

Pero no quedan allí las imprecisiones que, de tales casi rozan las mentiras, sobre la cuestión. Otro de los temas que se deslizó es que el cobro de este impuesto se “come” casi todo el aguinaldo de los trabajadores, lo que es absolutamente falaz, ya que en el peor de los casos alcanza anualmente a entre un veinticinco y un treinta y cinco por ciento de un sueldo, con lo que a lo sumo puede significar el sesenta por ciento de medio aguinaldo.

Ahora bien, en la imagen que ilustra esta nota hay un recibo de sueldo de un trabajador que cobra un sueldo de bolsillo de 9.692,50 pesos paga un Impuesto a las Ganancias de 227, 67 pesos; mientras que la Obra Social, es decir el gremio, se lleva 304,78 pesos. El medio aguinaldo rondaría los 4800 pesos, y el pago anual del Impuesto a las ganancias sería de algo mas de 2.700 pesos, es decir alrededor del sesenta por ciento de su medio aguinaldo.


No obstante la cifra se empequeñece más si tomamos en cuenta que este trabajador percibe anualmente ago más de 124.000 pesos, lo que vuelve al monto del impuesto irrisorio, sobre todo tomando en cuenta que esos 2700 no se descuentan del total enunciado, sino que ya se han descontado previamente.

Ahora bien, el tema central de la discusión es: ¿justifica el cobro de un impuesto aplicado al 19 % de los trabajadores que perciben los salarios más altos? ¿justifica la aplicación de este impuesto bloquear la salida del combustible que garantiza la provisión de gas para la calefacción de escuelas; geriátricos y hospitales, además de los hogares de cientos, miles de trabajadores?

A priori parece una medida exagerada, más preocupada por dar un mensaje de tipo cuasi mafioso que podría leerse como “si no hacés lo que te pedimos podemos quemarte el rancho”. Quizás por eso, por esa lectura, digo, más allá de los espantosos apoyos recibidos, es que la población mayoritariamente se manifestó contra la medida.

Quizás sea por eso también que la mayoría de los gremios se negaron a participar en el paro y muchos de los que se adhirieron, como el caso de la CTA opositora, hayan adherido al paro pero no a la convocatoria a la marcha, por temor a quedar pegados con algunos de los impresentables que han adherido a la movilización, como la defensora del robo de niños durante la dictadura, Cecilia Pando.

¿A qué apunta esta medida de fuerza?

Mirada desde la distancia parece ser el punto de partida de una carrera política por la presidencia en 2015, aunque si nos guiamos por experiencias más o menos recientes de paros y bloqueos de sindicatos de camioneros la experiencia chilena al respecto es mucho menos democrática que una puja por la primera magistratura.

Igualmente, con todo, Hugo Moyano parece dispuesto a rifar uno de sus capitales más importantes, la coherencia.

Convocar a una huelga, en vivo, por el canal de noticias del grupo que hasta hace pocos meses denunciaba por sus vínculos con la dictadura; recibir el apoyo del hijo putativo político de Carlos Menem, a quien enfrentó desde el Movimiento de los Trabajadores Argentinos y de Cecilia Pando que añora la reivindicación de Videla y el resto de los torturadores – desaparecedores de treinta mil argentinos (en su mayoría trabajadores) y los siempre antipopulares miembros de la Mesa de Enlace Rural no parece ser, en principio el camino adecuado para convertirse en un referente de la coherencia política en una sociedad cada vez más pensante y politizada, que ya no come vidrio, y que puede mirar a Tinelli por la noche, pero que a la mañana discute en el treen, el colectivo, la fábrica o la oficina sobre las medidas de gobierno y las posiciones de la oposición.

Lo de su convocatoria, en todo caso, recuerda más a una remake del Grupo A, pero en una versión mucho menos presentable que la primera.

Ahora habrá que esperar a ver que ocurre en la plaza y, por sobre todas las cosas, a ver que respuesta le brinda la sociedad a esta aventura extemporánea.


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