Reportaje

“Moyano termina yendo 
contra su propia historia”

3 de agosto - Hugo Yasky, titular de la CTA, analiza el mapa gremial luego de la fractura de la CGT y anticipa la posición que tendrá su central en el Consejo de Salario.

En octubre se formalizará la existencia de cinco centrales sindicales en la Argentina. ¿Qué interpretación hace de esa fragmentación? ¿Se debe sólo a discusiones de poder o es la expresión de cuestiones más estructurales?
En parte, expresa un momento político de fuerte debate en el campo popular y entre los trabajadores. Algo similar sucede en otros países de la región, que tienen gobiernos que asumieron gran parte de la agenda de los trabajadores y no son meros ejecutores de las recetas de los grupos de poder económico o de las agencias internacionales. Esto genera una discusión acerca del lugar que tienen que ocupar los trabajadores frente a procesos de este tipo. Y hay sectores que, evidentemente, perdieron la brújula política y están desorientados. Es algo que se observa no sólo en la Argentina, sino también en Brasil, en Venezuela, en Ecuador…

¿Por qué sostiene que “perdieron la brújula política”?
Son sectores de la izquierda que andan como patrullas perdidas, tratando de enfrentar a los gobiernos populares y que terminan siendo funcionales a los planes de la derecha. O, en el caso de la CGT, con dirigentes que confunden el rumbo y terminan yendo contra su propia historia, como sucede con Moyano. Pero también hay otros factores de esta fragmentación, que están ligados a disputas por espacios de poder y a dirigentes sindicales que, lamentablemente, están muy alejados de los trabajadores y definen los cargos de la conducción en un tute cabrero. Sin embargo, soy optimista.

¿Cuáles son los motivos de esa expectativa?
Este proceso, que hoy parece un delta, volverá a canalizarse en dos grandes vertientes, que son las que hubo siempre en el movimiento obrero, porque la unidad monolítica fue una especie de mito que se alimentó deliberadamente para intentar disciplinar a aquéllos que cuestionaban las prácticas de muchos dirigentes entreguistas o para deslegitimar a quienes planteaban la necesidad de retomar el camino que enseñó Amado Olmos, luego se expresó en la CGT de los Argentinos y tuvo a dirigentes como Agustín Tosco, Germán Abdala y Raimundo Ongaro.

¿Cómo definiría a la otra vertiente?
Es la que expresó históricamente el vandorismo, que alentaba un sindicalismo que dependía mucho de las prebendas del Estado, que transaba con el poder de turno, que privilegiaba la defensa del aparato por sobre la lucha por las demandas de los trabajadores. La otra es el movimiento sindical que intentó siempre ser un factor de cambio y revulsivo para el poder instituido. Por eso creo que estos brazos, en el mediano plazo, volverán a canalizarse en esas dos grandes corrientes. Por ejemplo, pronto quedará cerrado el capítulo de la división de la CTA y, en cuanto se resuelva con el fallo de la Corte, se irá a un nuevo proceso electoral. Podrá haber quienes se aferren residualmente a una especie de fragmento, pero más bien se tratará de una astilla. Y en la CGT también se va a resolver esta especie de rompecabezas que hoy está dividido en tres.

Ese rompecabezas, sin embargo, es complejo. Hay dirigentes en la CGT de Moyano con quienes usted compartió diversas luchas, algo que no sucede con muchos de los que integran la fracción más cercana al Gobierno, como los “gordos”. Creo que hay que hacer una separación. Moyano perteneció y fue la cara más visible del MTA. Y con el MTA compartimos un tramo importante de la lucha de resistencia contra el neoliberalismo. Pero hoy el MTA, mayoritariamente, sigue estando en la misma posición. Por eso, no compartió el posicionamiento de Moyano cuando llegó a un punto de no retorno y decidió asumir gran parte del discurso de la derecha -como la seguridad y la inflación- y confrontar con el Gobierno en la búsqueda por reconstituir una alianza con los sectores más atrasados del sindicalismo, como el que representa (Gerónimo) Venegas. Ahí, el MTA se mantuvo en la línea de coherencia que marcó su posicionamiento combativo frente al neoliberalismo y que hoy lo pone, junto a nosotros, en la continuidad de esa lucha. Por eso, creo que el viraje es de Moyano y no del MTA. En esas dos vertientes que volverán a confluir en el mediano plazo, vamos a tener muchos puntos en común con los sindicatos del MTA y con otros con los que se va a constituir una nueva síntesis.

Dos compañeros de esas luchas en los noventa, se mostraron cercanas a la CGT de Moyano, como Pablo Micheli y Eduardo Buzzi.
La explicación está en el oportunismo extremo de personajes como Buzzi y Micheli. Buzzi puede saltar de ser remolque de la Sociedad Rural y aparecer brindando con champagne con la burguesía agraria a pretender tener un discurso seudoprogresista. Pero, en el fondo, sabemos que Buzzi representa los intereses de aquellos grupos que, con el auge de la actividad sojera, consolidaron una situación económica que hoy los pone más cerca de la Sociedad Rural que del movimiento obrero. Esos intereses de clase se expresan con claridad cuando reclama la devaluación, porque a estos sectores les significaría multiplicar por tres o por cuatro las ganancias que atesoraron en dólares tras varios años de cosechas récord. En cambio, para los trabajadores, una devaluación representaría la licuación de los salarios. Y de Micheli, ya sabemos sus incoherencias. Hace dos años, Moyano era su enemigo público número uno y hoy es el gran dirigente detrás del cual hay que marchar.

Uno de los referentes del sector antimoyanista, Gerardo Martínez, fue denunciado por su participación como agente de Inteligencia durante la última dictadura. ¿Qué lectura hace de la foto junto a la Presidenta?
Esas fotos, y otras, muestran lo que realmente existe en el movimiento obrero. Por eso, nosotros no formamos parte de la CGT. Si bien es nuestro origen, hoy no estamos ahí porque no compartimos ni sus métodos ni las trayectorias de sus dirigentes. Ahora, también hay que señalar que cuando Cristina Kirchner recibió, hace un año, a la CGT y a la CTA, las fotos eran las mismas. La única diferencia es que, en aquéllas, estaba Moyano. Por tanto, se trata de mostrar como noticia de último momento historias que ya son viejas y que todo el mundo conoce. Pero que no están saldadas. No están saldadas. Si estuvieran saldadas, nosotros estaríamos en la CGT. Pero estamos en la CTA. De todas formas, seguramente el sindicalismo recuperará credibilidad en la medida en que esas trayectorias y esos procesos se puedan saldar.

En este escenario, ¿cree posible que se pueda avanzar en una reforma de la Ley de Asociaciones Sindicales y reconocer la personería jurídica de la CTA?
Lamentablemente, llegamos a este punto como resultado de un proceso de fractura. Pero la realidad demuestra que lo que demandamos es irrebatible. Por otro lado, en la Argentina hace muchos años que no existe una sola CGT. Desde Augusto Vandor y Amado Olmos en adelante, siempre hubo dos grandes vertientes. Sólo que promovieron una tenaza legal que impuso el unicato para imposibilitar la renovación dirigencial y la participación. Hay que modificar la ley. Y entiendo que el costado positivo que puede tener este proceso es que, finalmente, se terminen de remover los obstáculos que hicieron que, muchas veces por presión de la propia CGT, fuera imposible poner en línea nuestras leyes a lo que marca la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

El Gobierno debería convocar en las próximas semanas a la reunión de Consejo de Salario. ¿Cuál va a ser la posición de la CTA?
En esa convocatoria tenemos la posibilidad de plantear no sólo la necesidad de actualizar los salarios. El 3 de agosto vamos a tener una reunión nacional y, con los números que nos aportará Cifra (el centro de investigación de la central), vamos a definir el porcentaje de recomposición que plantearemos. ¿Cuál será el monto que se demandará en el Consejo? Calculo que va a estar alrededor del 25 por ciento. Pero, además, tenemos la expectativa de que se puedan empezar a resolver otros temas que están pendientes, como la actualización del valor de las asignaciones familiares y el problema acuciante que es el bolsón enorme de trabajadores no registrados, que representa entre el 33 y el 34 por ciento de toda la fuerza laboral. También queremos plantear una suba del mínimo no imponible.

¿Cuál es su postura con respecto al Impuesto a las Ganancias?
Creemos que tiene que haber un impuesto a los altos ingresos, como en cualquier país del mundo, y que tiene que ser un impuesto progresivo. Pero es necesario elevar el piso de cálculo y definir un cambio de fondo a través de una reforma tributaria que necesita el país y que esperamos que se pueda llevar adelante, porque es una de las grandes medidas que están pendientes. También hay que resolver la situación injusta de la franja de trabajadores que quedó aprisionada entre los 5.200 y los 7.900 pesos y que no cobran salario por hijo. Además debemos dar pasos concretos para que el salario mínimo, vital y móvil rija para todos los trabajadores del país y no sólo para los que están a pocas cuadras de la General Paz.

¿En qué sentido?
Hoy, los trabajadores del sector rural, en su mayoría, no llegan al mínimo, vital y móvil. Los estatales de las provincias y de los municipios están muy lejos de esas cifras. También los tareferos y quienes trabajan en las provincias del Noroeste y el Noreste. Además, hay que discutir que el Consejo de Salario, de acuerdo a lo que demanda uno de sus artículos, establezca el valor de la canasta familiar.

Los últimos indicadores marcan cierto freno en la economía. ¿Ustedes observan ya algún tipo de influencia sobre el empleo o el nivel salarial?
En el último trabajo que elaboró Cifra, observamos una desaceleración en la creación de fuentes de trabajo y, en general, en el crecimiento de la economía. Hay un impacto muy fuerte en el sector de la construcción y de algunas industrias. Creo que estamos entrando en lo que sería el peor momento de la crisis global y quizás los próximos meses muestren hechos que nunca nos hubiésemos imaginado, por ejemplo el derrumbe de países como España. Son situaciones que, sin dudas, impactarán sobre la economía de nuestra región. Pero también observo que, a diferencia de otras oportunidades, el Gobierno tomó medidas que resultan claves para evitar que esta crisis sea arrasadora para nosotros, como el plan de viviendas y la reforma de la Carta Orgánica del Banco Central. Por lo tanto, a pesar de que la crisis se va a profundizar, y de la estrechez de recursos fiscales que vamos a vivir durante los próximos seis meses, entiendo que se están tomando las medidas adecuadas para evitar el coletazo de este deterioro de las economías europeas.

Desde el año pasado, Nuevo Encuentro, la fuerza política que usted integra, se muestra mucho más alineado al kirchnerismo. ¿Cuál cree que debe ser el perfil de ese partido?
Creo que tanto Nuevo Encuentro como otras vertientes que componen la centroizquierda hoy están frente a un dilema: si ser fiel a la necesidad de profundizar el cambio o a la liturgia de ser eternamente una fuerza opositora. Algunos se aferran a esa liturgia y terminan parados al lado de la Sociedad Rural, Héctor Magnetto y las corporaciones económicas. En cambio, yo creo que hay que ser fiel a la profundización de las correlaciones de fuerza para enfrentar justamente a los sectores que han impedido que en la Argentina se avance en la redistribución de la riqueza. Por eso, creo que Nuevo Encuentro optó por el camino correcto.

¿Cómo definiría la relación con el Partido Justicialista?
Sigue siendo una fuerza tan distante como cuando nos oponíamos al PJ en las elecciones, pero sí está comprometida a acompañar y aportar en este proceso, para que se profundice. Y está comprometida a construir la expresión política que sea el emergente de este proceso que encabeza Cristina Kirchner. Nosotros queremos aportar para que tenga continuidad más allá de 2015. Y esto no significa licuarse en el PJ, porque desde nuestro punto de vista ese partido nunca representó una opción vinculada al cambio. En todo caso, habrá sectores del PJ que formen parte de esta nueva síntesis, pero no en el marco de la hegemonía de ese partido.

 
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