Reportaje

“La mío es el canto, las palabras y la música”


El Pueblo Nuevo dialogó en su estudio de San Telmo con Liliana Vitale sobre su relación con el canto, la música y la creación. Un mano a mano con una cantante que se ha vuelto de culto.

Toda una vida con la música que empezó en MIA (Músicos Independientes Argentinos) o antes aún
Yo pienso en toda una vida con la música y mis primeros recuerdos son de cantar y bailar Popotitos de Charly por ejemplo, y de engancharme desde chiquita con todo esto. O de cantar los tangos que cantaba mi mamá. También es la música que nos ponía mi viejo a la noche para que nos durmiéramos y jugábamos a ver que era, si era Beethoven o era Bach. Esa era la música que nos ponía, en un ambiente de clase media baja del Conurbano Bonaerense.
Con toda esa explosión de cultura de los ´60, donde había un montón de información muy libre por todos lados. Yo pienso que eso que paso en los tiempos del Di Tella, también debe haber impactado en lo que después fue el rock.
Una de las cosas que yo siento en lo personal y veo en la sociedad, es como una especie de destraba de una amnesia, porque cuando el 25 de mayo del 2003 en su discurso Kirchner habla de los ideales de hace treinta años, para mí fue como se me hubiese destapado la memoria y recordé lo que me pasaba en ese tiempo, que era cantar Piero y esas cosas que se cantaban en ese tiempo. Serrat; Violeta Parra y esa cosa de la canción de protesta, toda esa cosa que es el pre rock para mi, que se lanza con las zambas y los tangos de niña.
Todavía estoy procesando el cambio en el inconciente colectivo que está generando este momento.
Al rock lo siento como una especie de refugio de la conciencia en tiempos que en la superficie no era posible desarrollar una identidad, y ahí está el rock, por ejemplo ahí empieza MIA, que el primer recital es en mayo del ´76. Un año antes nos habíamos conocido con Alberto Muñoz, Lito y yo éramos muy chicos, éramos niños realmente y Alberto tenía 22 o 23 años, tampoco era un tipo grande pero tenía varios más que nosotros. Toda esa poética de Alberto y el hermetismo que tiene que ver un poco con toda nuestra identidad literaria.
Y hasta necesaria por los momentos que se vivían.
Exacto, hasta inevitable.

¿Cómo se proyectan esas vivencias a tu trabajo de hoy?
Con Ricardo Olsen, que es el director que me está ayudando un montón en el espectáculo que estoy haciendo, donde estoy probando un poco y dándole forma a una canción de esos tiempos que se llama “La época quebrada”, de Alberto Muñoz y música de Lito Vitale, que es de la época de MIA donde los recitales eran de un solista a un coro sinfónico. Era una cosa muy loca porque éramos como veinticinco y en un recital podía haber un dúo de guitarra; uno de piano; un trío medio jazzero; Muñoz y yo haciendo cosas un poco poéticas musicales. Todo eso pasaba en MIA y fue una riqueza impresionante para la formación.
Esta canción “La época quebrada” es de ese momento y habla un poco de toda esta cosa del sub texto con el que uno se tenía que manejar.

Debe ser difícil sobrevivir y llevar la carrera musical a lo largo de la historia de un país que vivió entre dictaduras atroces y breves momentos de democracia, donde tampoco se podía decir todo. ¿Cómo sobrevive un artista que pasa por todo eso?
No tengo idea de cómo generalizarlo. Cada uno hace sus refugios buscando las fisuras.
Un artista en cualquier realidad necesita de la destreza para buscar la fisura, por más ideal que sea esa realidad.
En lo benéfico que pueda resultar un estado de derecho ocupándose de las cosas, de todos modos un artista estaría buscando una fisura.

¿En qué momento sentiste que lo tuyo era la música? Si es que lo sentiste y no te llegó como algo natural.
Sabés que no se si lo mío es la música. Yo creo que es el canto, las palabras y la música, en ese orden, porque la música como un todo es como una casa. Yo tengo una amistad con la música y un devenir musical, pero necesito de un músico al lado para mejorar lo que hago.
Lo mío no es específicamente la música, tiene que ver más con las palabras y el contenido. Lo que tengo es un amor por el canto desenfrenado. Una compulsión a descubrir qué pasa por ahí.
Yo ya me retire como profesión del canto varias veces, porque buscando esto de acontecimiento único, en un punto te tenés que desprofesionalizar porque las leyes del mercado sino te obligan a tener que repetir lo que tiene éxito, y hay que saber hacerlo, lo que es una destreza en si misma.
Siempre estuve rompiendo esa cosa como de producto, no se si para bien del producto, pero este fue el camino de la voz.

Siempre te caracterizaste por encontrar poetas importantes a la hora de interpretar la música, ¿cómo llegás a ellos o cómo los elegís?
En el momento que decido a conciencia desprofesionalizarme, al año empiezo a componer unas músicas sobre un poeta belga que se llama Henri Michaux. Fue un disco (“La vida en los pliegues”, 2002) que hice en un estado de despreocupación tan grande de la famosa mirada del otro, que es un lugar muy propio al que realmente me gustaría volver. Pero no por volver sino por reencontrar ese estado. Es un trabajo diferente a cuando canté temas de Silvio (Rodríguez); Serrat o Muñoz, que son poetas pero son cancionistas y yo no hice la música. En otro caso hice la música sobre fragmentos de Rayuela de Cortazar, pero nunca conseguí los derechos para editarlo. Son prosas pero tienen ese ritmo de Cortazar, que tiene como una música propia.

¿Qué pasó con ese trabajo de Cortazar?
Lo tengo grabado y lo canto de vez en cuando clandestinamente en algunos recitales (risas)

¿Quién tiene los derechos de la obra de Cortazar?
Aurora Bernardéz, su primera mujer, y ella no permite que se utilicen. Hace muchísimos años que hice esta pelea y tuve muchísimas gestiones a favor de gente muy importante, donde Marielena Walsh fue la más grosa, que puso el cuerpo para llamarla a Aurora pero no hubo caso. Estaba en una situación donde no le había dado el derecho de muchas cosas a muchos. Hace muchos años que no pensaba en todo esto y ahora me hiciste acordar.

Igual estate atenta porque a los cincuenta años caducan los derechos (risas)
Sabés que lo pensé en su momento, de tener larga vida y sobrevivir a todos los obstáculos y que en algún momento se pueda dar. Ahora estoy muy metida en lo que estoy haciendo y me olvidé un poco de lo de Cortazar.

¿Qué es el espectáculo nuevo y desde donde lo abordás?
Creo que el móvil es justamente esta construcción de la identidad y hay algo donde la biografía deja de ser historia personal para ser un cacho de la historia de todos. Y hay un lugar de la búsqueda de la voz de la casa propia. De la voz del propio territorio, que se enlaza con la más mínima identidad hasta con esto de Latinoamérica, con lo que es nuestra casa.
El otro día vi a la Presidenta hablando sobre esto, que es el concepto que estoy trabajando de la casa propia, y dijo que Latinoamérica es nuestra casa, y estoy en sincronía con eso.

Si tenemos que relacionarte con nombres uno sin dudas es Alberto Muñoz, pero otro muy fuerte también es verónica Condomí
Absolutamente. Una maestra; hermana; amiga. Todo.
Tenemos un dúo desde los tiempos de MIA, un dúo de voces a capella, que a veces derrapó y puso una guitarrita, pero siempre volvimos a las fuentes. Editamos un disco hace un año que estuvimos cantándolo bastante, viajando y disfrutando muchísimo del encuentro. Es un sitio de infinita comodidad en el mejor sentido de la palabra. De relajación y confianza. Además de trabajo, porque hay mucho trabajo sobre la relación, porque somos muy diferentes, como de mundos distintos, y todo lo que entrelazamos juntas es de una riqueza muy grande, lo que nos permitió ampliar el amor aún con unas diferencias enormes, y eso en la música está todo el tiempo escuchándose, porque venimos estructuralmente de lugares muy distintos que entrelaza algo muy bello, que vibra y tiene un mundo propio. El último trabajo que hicimos se llama Humanas, que es un disco en vivo con algunas cosas en estudio, con muchas improvisaciones, porque hay mucha improvisación en los recitales.
Nosotras ya teníamos dos discos en vinilo (“Danzas de Adelina”, 1981 y “Camasunqui”, 1984) que fueron reeditados en cd en el año noventa y dos, que son obras de cuando teníamos diecinueve o veinte años.

Tangencialmente lo nombraste en dos momentos de la charla, ¿cómo vivís este momento del país?, de mirar hacia Latinoamérica, de la inclusión, del resurgimiento de las artes…
Estoy en un todo de acuerdo, salvo con lo del resurgimiento de las artes. Eso lo tengo en remojo. Todo lo otro lo vivo con pasión; con emoción; con orgullo.
Me parece que está buenísimo presenciarlo contemporáneamente, porque son esos momentos de los que después todo el mundo va a hablar.
Este momento lo veo con muchísima hermosura porque además impone una libertad en el pensamiento. Impone la lucha por los propios derechos, aprender a hablar en defensa propia, y eso necesita de tu libertad para pensar, no sirve si sos obsecuente.
Hay una camada de jóvenes, que inclusive todavía no votan, que garantizan el futuro, y también están las otras generaciones, como mi papá, que sigue siendo anarquista y está emocionadísimo con este momento.

¿Sentís que desde el gobierno abre el juego para la gente que no es “del palo”?
Desde esas cabezas privilegiadas, encabezas por Cristina, si que hay apertura, el tema es que se libere el pensamiento de abajo hacia arriba. Desde uno que es una hormiguita y habla con el vecino; con el tío o con el almacenero y tiende puentes.
Creo que ahí está la cosa, entre los cuadros medios y bajos, porque hoy, inéditamente, de arriba tenemos un ejemplo, porque hay que acordarse del ejemplo que bajaba Menem. Lo que desde arriba derramaba.
Hoy tenemos que tomar este ejemplo que se derrama de hablar, de respetar.
Hay un montón de nuevos derechos adquiridos que hacen a la conciencia del vecino, de nosotros, y eso es lo que más hay que cuidar. Cuidarse del monstruo propio.

Es un proceso de re educación que vivimos todos, el de sepultar al ciudadano del sálvese quien pueda.
Me imagino que habrá mucha gente que cambió su mirada y hay muchos que no se si la van a poder cambiar. Hay gente que sigue diciendo “pero con mis aportes…”
Es muy personal, es como salvarse uno pero en el buen sentido de la palabra, el de dar la vida por la vida.

Seguramente tenés alguna utopía en cuanto al canto, ¿cuál es?
Es hacer algo muy bueno y popular, porque no me resigno a esto de ser de culto.
Hay una contradicción entre la poesía, lo etéreo y el arte, ante lo popular.

 
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