Nación

“Nuestro enemigo es el patriarcado”


Perla Prigoshin, titular de la CONSAVIG, Comisión Nacional Coordinadora de Acciones para la Elaboración de Sanciones de Violencia de Género analizó para El Nuevo Pueblo la situación que se vive en nuestra sociedad en relación al tema y profundizó en los hechos que la generan.

¿Cuál es su opinión sobre los avances que está teniendo la sociedad en relación con la violencia de género?
La figura del femicidio es la violencia más extrema de la violencia de género en cuanto a lo físico, y en la CONSAVIG (Comisión Nacional Coordinadora de Acciones para la Elaboración de Sanciones de Violencia de Género) estuvimos trabajando con una comisión de notables, entre los que se contaba el juez Carlos Rozanski; la jueza Maria Laura Garrigos de Rebori; el camarista Fernando Ramírez; el licenciado Enrique Stola. Toda una comisión integrada por penalistas porque estuvimos trabajando inicialmente la tipificación del femicidio como delito autónomo pero no abordamos solo esta tipificación sino que abordamos la modificación en el Código Civil para privar de la patria potestad a los femicidas respecto de los hijos en común con la víctima. También hemos trabajado la posibilidad de una cuota alimentaria para esos hijos que quedan con un padre preso y una madre muerta, por lo que quién se hace cargo ellos.
También evaluamos, porque nos parece que es coherente con la política de defensa de los Derechos Humanos de nuestro gobierno, la existencia de una reparación pecuniaria en aquellos casos en los que la mujer ya había hecho una denuncia de violencia y sin embargo no se la cuidó lo suficiente para evitar su muerte.

¿En que momento, si es que existe, el femicida decide llevar adelante el asesinato?
Yo pienso en una de las leyes de la dialéctica que dice que ante una misma situación, el aumento cuantitativo genera un cambio cualitativo. Un ejemplo cotidiano podría ser el agua a la que se le aplica frío obteniendo agua más fría, pero se va sumando más frío hasta que en un momento cambia su calidad y deja de ser líquida para ser sólida porque se transforma en hielo. Lo que quiero ejemplificar que si bien es cierto que siempre existió violencia contra las mujeres, que se origina, y lo digo muy linealmente, en este concepto patriarcal por el cual las mujeres somos cosa de hombres, nuestro despertar como sujetas de derecho ha hecho que nos vayamos parando frente a esta situación con el no sometimiento. Eso fue agudizando el grado de violencia contra nosotras.
Se toleró que estuviéramos en el mundo del trabajo cuando después de las guerras habían muerto tantos hombres, con lo que no quedaba otra que bancarse a estas locas que trataban de reproducir cosas que con anterioridad eran solo para los varones. Pero estas brujas tomaron alas y se creyeron que porque ganaban su dinero o eran reconocidas por su labor, eran casi gente y entraron a reclamar otras cosas, lo que fue del brazo del aumento de la violencia contra nosotras, y si se quiere últimamente, la crueldad de esa violencia.
Lo veo como un proceso que la cantidad de independencia generó en algún momento un cambio cualitativo de las acciones de violencia contra nosotras.

¿Existe machismo en la justicia, aún en las mujeres que la ejercen, cuando justifican actos de femicidio en la emoción violenta?
Nuestro enemigo no son los hombres sino que lo es el patriarcado, que forma hombres y mujeres machistas. Está claro que en las mujeres se despierte la identidad de género por la propia pertenencia, pero pongamos en claro que los hombres también son víctimas del patriarcado. Desde otro grado pero también son víctimas porque están condicionados a un modelo de masculinidad hegemónico que los obliga a ser triunfadores desde como lo entiende este sistema, que por ejemplo les impide apoyarse en el hombro de un amigo para pedir ayuda.
Volviendo a su pregunta, el Poder Judicial es el poder más reaccionario y conservador del Estado. Esto independientemente de la cantidad de hombres y mujeres que en él trabajan a los que respeto y admiro, pero por la forma en la que son electos y por la forma que pueden permanecer en sus cargos, realmente son conservadores y reaccionarios a los cambios.
Por otra parte, sean juezas o jueces, las sentencias o todo lo que implique abordar la temática de las mujeres no siempre se hace o casi nunca se hace con perspectiva de género, que es como un par de anteojos que permiten ver en términos de igualdad entre el hombre y la mujer. Sin asimetría de poder. Falta perspectiva de género en el Poder Judicial.
Cuando doy charlas a juezas y jueces les cuento una situación de mi vida en la que fui víctima de violencia, y las interpelo y les digo que en ese momento se solidarizan conmigo pero por otro lado piensan que suerte que a mi no me toco y no he sido víctima de violencia. Lamento decirles que si, que todas hemos sido víctimas de violencia porque todas vemos por televisión cuando nuestros culos se transforman en cosas, y como no tenemos el manejo teórico, aunque nos moleste empezamos a decir cosas cómo que querés si ella se deja, o que sentimos vergüenza por ser mujer, pero esa violencia está permanentemente.
Esa violencia está presente cuando no nos nombran, porque cuando matan a una mujer le dicen homicidio y viene de homo, hombre, porque se refiere al genérico de cuando se refiere a los derechos del hombre. Los colegios de profesionales son colegios de abogados; de médicos; de psicólogos. Yo no digo que se llamen de abogadas y abogados pero podría ser de profesionales de la abogacía, porque hace muchos pero muchos años que existimos las abogadas y yo no me siento representada por un colegio que no me nombre.
Uno puede pensar que es una pavada, que empezamos hablando de femicidio y salgo con todas estas cosas, pero si, porque todas estas cosas son en realidad conductas violentas simbólicas. Son conductas que van configurando una psiquis que empieza a naturalizar otras violencias como, entre comillas, más agresivas. Configuran subjetividades que ven hasta entendible que a un tipo se le den tres años de cárcel porque mató a la mujer que le dijo que con él no sentía placer, que si lo sentía con otro y por eso se acosaba con este otro, lo que fue suficiente para que los jueces entendieran que eso lo exasperó. ¿Estos jueces justificarían igual a una mujer que matara a un tipo porque le dijo que la engañó? En este caso los jueces entendieron que encima la víctima tuvo la culpa de la reacción, porque para la tipificación de la emoción violenta tiene que ser un hecho ajeno al agresor, y por otro lado para argumentar una emoción como justificante tiene que ser una emoción aceptada socialmente.
¿A alguien se le ocurre en nuestra sociedad justificar la ablación del clítoris por cuestiones culturales? Eso no, pero si que por cuestiones culturales una mujer ponga en duda el potencial sexual de un tipo diciéndole que no le daba placer alcance para volverlo loco y que la mate.
Estamos ante una sociedad que tiene muy naturalizado que las mujeres somos de ellos, y esa naturalización arranca en esas, entre comillas, pequeñas violencias simbólicas cotidianas.

¿En cuanto influye en esto la posición que tienen las religiones?
La posición de las religiones en cuanto a los fuertes mandatos culturales ni que hablar. La lapidación es bien vista en países musulmanes de la mujer adúltera; la religión católica apostólica romana que se apropia de nuestro cuerpo, ni tan siquiera hablando del aborto, porque ponen la cuestión honestamente de creer que hay vida desde que el espermatozoide andaba por un lado buscando un óvulo, aunque por ahí no pasa el debate, por lo que dejemos eso, pero hablemos de las trompas de falopio a las que se oponen que nos liguemos, y son mis trompas señor obispo, por lo que no le hago mal a nadie ni le ligo las trompas a nadie; no hay una vida para defender y se apropian hasta de nuestras trompas, entonces los médicos se niegan a efectuar estas intervenciones, honestamente muchas veces por objeción de conciencia; muchas veces por comodidad y muchas veces por hijodeputéz, con perdón de las putas y de sus hijos.
Yo estuve dando una charla en el 2003 en Bahía Blanca, cuando todavía no habíamos sacado la ley de contracepción quirúrgica, con integrantes del Poder Judicial; representantes del consejo médico y enfermeras, donde defendía esta necesidad de las mujeres de apropiarse de sus trompas diciendo que había una trampa en la ley de ejercicio de la medicina, que por suerte ya es para los libros de historia del derecho porque en el 2006 salió la norma, y muy suelto de cuerpo, pero vergonzosamente suelto de cuerpo, un médico que estaba en la platea se paró y dijo Usted pretende que yo arriesgue mi matrícula gratis en el hospital. Porque si por lo menos es en mi consultorio estoy cobrando quinientos pesos.
Hay mucho desconocimiento y no por brutos sino por la fuerza que tiene el mensaje eclesiástico, como una nube contaminante en la capacidad de comprensión.
Con el tiempo me he dado cuenta que personas ávidas de saber y con un nivel intelectual respetable, se bloquean cuando se les habla de estos temas, y esa es la nube contaminante de los mandatos eclesiásticos. No lo puedo atribuir a otra cosa.

No digo nada revelador ni novedoso si digo que esto solo puede tener solución mediante la educación.
No, pero no es solo así. Yo pondría las políticas públicas o la salida, espaciosa y lenta como toda salida que implica un cambio cultural, apoyando el trabajo en cuatro patas, una la necesidad de capacitar a los profesionales que integran la ruta crítica de la violencia, esto es a los médicos y médicas; policías; psicólogos; docentes, que son los que pueden detectar situaciones de violencia en la casa a través de la conducta de los niños. Es fundamental la sensibilización de esos profesionales que son los primeros que se contactan con la situación.
La segunda pata es la sensibilización del poder judicial de las provincias, y esto la Corte a través de su oficina de la mujer lo está haciendo bastante bien.
La tercer pata es el empoderamiento de las mujeres, porque es muy difícil exigir el ejercicio de un derecho cuando a este no se lo conoce y la forma de hacerlo es de acuerdo a la capacidad de comprensión del que me escucha y no todas son abogadas, por lo que de nada sirve hablarles en términos jurídicos o crípticos, lo que tenemos como forma perversa de manejo los médicos y los abogados y abogadas de manejarnos con nuestro argot, porque nos sirve para seguir sintiéndonos poderosos. Algo de lo que yo reniego y me avergüenzo, por lo que hago todo lo posible para evitarlo.
Recuerdo que patrociné a mujeres que necesitaban; sentían; querían interrumpir sus embarazos de fetos anencefálicos, y les decía que hay que actuar de la misma manera que si van a que las atiendan a un lugar donde la puerta dice no golpee, uno debe esperar entendiendo que están atendiendo y una vez desocupados la abrirán, pero si pasados quince minutos nadie atiende hay que golpear con los nudillos. Pasados otros quince minutos sin que nadie atienda hay que golpear con el puño. Pasados otros diez minutos hay que golpear con los dos puños y después ya hay que tirar la puerta abajo a patadas. No es de paz y amor mi planteo probablemente, pero con paz y amor no llegamos a defender los derechos de las mujeres.
La última pata necesaria es la capacitación a la población; las campañas de difusión y las campañas de prevención.

Todavía queda mucho por andar…
Claro que queda mucho por andar, pero yo siento que vamos por el buen camino.
Por supuesto que cada vez que se produce una situación descorazonadora una esta susceptible a sentir que nada valió la pena, pero macana. Si me pongo a pensar un poco lo que fue ahí nomás, hace diez años, vuelvo a darme cuenta que vamos por el buen camino.

 
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