Nación

El nuevo rostro de la demagogia

*Por Hugo Delgado

El diccionario de la real Academia Española define la demagogia según dos acepciones a saber:

  • Práctica política consistente en ganarse con halagos el favor popular.
  • Degeneración de la democracia, consistente en que los políticos, mediante concesiones y halagos a los sentimientos elementales de los ciudadanos, tratan de conseguir o mantener el poder.

Ahora bien... Por qué decimos que cuando se habla de habla de inseguridad se recurre a una nueva máscara de la demagogia.

Lo hacemos porque desde la sociedad, fusilada a diario con imágenes reiteradas de los mismos hechos delictivos aparece como un hecho impracticable cuestionar el concepto de inseguridad.
Ahora bien: ¿Por qué no se puede discutir y cuestionar la noción de inseguridad? ¿Son tan endebles los conceptos sobre los que se basa que no se puede discutir el tema? ¿En qué afecta a la sociedad discutir, al menos, este tema sin asumirlo como una verdad revelada?

Lo cierto es que este concepto es cuando menos discutible. Un amigo que vive en España, que en nuestro país era ñoqui de una empresa estatal antes de la enajenación menemista y ahora trabaja de medio oficial de albañil escribía meses atrás desde su país de adopción sobre la inseguridad de Argentina.

Cuando le espeté que debía ampliar su lectura de diarios y dejar de leer solo Clarín me dijo que no se podía negar la realidad de lo que vivíamos los argentinos a diario.

¿Y desde donde lo decís? le planteé ¿Con qué parámetros? ¿Vos lo vivís?

A lo que respondió que se lo podía leer en todos los diarios.

Es decir... La inseguridad de los argentinos que viven en España se lee en los diarios, y más precisamente en el diario Clarín, en La Nación y Perfil y se ve en directo las 24 horas por los numerosos medios del Grupo oligopólico.

Ahora bien, la pregunta a responder con vistas a debatir sobre el tema es “que consideramos inseguridad”.

Al humilde criterio de este periodista, que se ofrece a ser inmolado en el altar de la intolerancia se trata de”los hechos de violencia que de un habitante contra otro que puede haber sido evitado por el Estado (entendiendo por Estado la suma de los tres poderes de la república).

Si entendemos que hay una forma de medir esta inseguridad podemos recurrir a algunos guarismos impensados de ser manipulados por el Gobierno Nacional como el Banco Interamericano de Desarrollo; la Flacso y los distintos gobiernos de la región. Según esos mismos datos Argentina tiene un alto índice de victimización, pero un muy bajo porcentual de homicidios.
Hay muchas personas que consideran todas las muertes como producto de la inseguridad y reclaman por todas al mismo lugar. Cuando el que comete un delito es un delincuente liberado en condiciones “ligeras” por la justicia es este poder de la República el responsable, en todo caso, de este hecho y a quienes pretendan una prevención desde otro lugar les recuerdo que la división de poderes es taxativa en nuestro sistema de gobierno.

Asimismo, cuando se trata de un suicidio; de asesinatos por ajuste de cuentas entre delincuentes o de muertes en condiciones de delitos de género es interesante analizar que los dos primeros no pueden ser incluidos en un reporte de inseguridad y en el tercero de ellos habría que ver como se actúa desde la justicia y desde los sectores ejecutivos que intervengan en cada caso.

¿Por qué digo esto? Porque cuando uno dice que la inseguridad es una sensación térmica y muestra estos porcentajes inobjetables la respuesta es “bueno, entonces pueden seguir matándonos como perros hasta llegar al nivel de Honduras”.

Lo cierto es que no.

Pero no es menos cierto que el solo hecho de vivir en una sociedad que instala el lucro como paradigma del éxito hace que el robo sea una salida cuando no existe la posibilidad de hacerlo mediante un trabajo digno.

En Argentina vivimos un clima muy particular en el cual ocurren muchos casos de inseguridad cuando se aproximan ciertas épocas o se generan ciertos malestares.

La época electoral es una de esas épocas en que los sectores de la oligarquía nativa, ante la falta de propuestas de gobierno, apela al uso de sus medios (los oligopolios, claro) para instalar la idea de desgaste y desgobierno de los oficialismos de turno.

Otro momento sensible a los brotes de inseguridades son los de las purgas; recambios y apriete de clavijas a ciertos sectores aún enquistados en la policía.

¿Alguien puede decir sin sonrojarse que ignora esto?

Es cierto que voy a ser tildado de oficialista por decir esto, y que hacerlo no es una buena forma de hacer amigos, pero creo que no es la función de un periodista hacer amigos a través de sus notas y creo también que ser independiente no puede ni debe ser sinónimo de ser opositor.

Se puede ser independiente, si es que la independencia existe, aún pensando igual que el gobierno.

Ës que acaso los periodistas de los medios los medios oligopólicos son independientes?

Y si lo son porque motivo no hablan de las causas judiciales del grupo Clarín?

Y si lo son porque no hablan de la causa Papel Prensa o de la Represa del Ayuí que llevó a que fuera levantado el programa de Luis Landricina de canal Rural, del Grupo Clarín.

Claro, mi palabra no vale nada para quienes defienden su derecho a sentirse inseguros por encima de la realidad y que no están dispuestos a que ese derecho sea puesto en discusión. Pero les guste o no, les caiga simpática o no mi postura la única verdad es la que se constata en los hechos.

Ahora bien... ¿El robo de un celular es inseguridad?

Si lo es deberíamos preguntarnos el índice de inseguridad en la época de los pasacasetes... ¿Se acuerdan?

Pero qué intereses están realmente detrás de la inseguridad.

Bueno, la inseguridad genera no pocos negocios muy redituables.

La seguridad privada, con la que los ciudadanos con algún poder adquisitivo se ponen en manos de individuos que no conocen, y cuya capacidad para protegerlos nadie controla. Pero no queda ahí el tema, dado que en muchos casos estos vigilantes privados son policías e integrantes de fuerzas de seguridad exonerados por casos de gatillo fácil y delitos de lesa humanidad, e incluso, mucho peor, pertenecen a individuos de estos antecedentes.

Al tema de la seguridad privada se agrega el gran negocio de los seguros, con propagandas que poco menos nos hacen responsables de todo tipo de males por no contratarlos y que nos muestran siempre casos “de inseguridad” para incentivarnos a contratar el servicio.

Otro item importante en el tema seguridad es el de las alarmas, y espero que usted, estimado lector, no me diga que nunca pensó en comprar una cuando “la inseguridad crece”.

A los artículos y servicios ya enunciados debemos agregarle dos más, uno el de los blindajes; puertas, ventanas y en menor medida, aunque más reciente y cada vez más requerido: Cámaras de seguridad.

Note usted que a la “Inseguridad se opone las “cámaras de seguridad”.

Todo esto sin entrar a evaluar la incidencia en los discursos apocalípticos en el fantástico negocio de los barrios privados, que ofrecen, curiosamente (o no) vivir con seguridad.

En este marco, sería interesante que cada uno de nosotros, como sujetos activos de la sociedad nos preguntemos en que porcentaje nos vemos manipulados por intereses en juego para considerar que estamos viviendo en un clima de total inseguridad.

Mientras sigamos actuando con el mismo miedo que nos llevaba como sociedad a mirar para otro lado en la dictadura porque “algo habrán hecho” y no nos asomemos a la calle cuando nos parezca ver algo dudoso estaremos haciendo el juego a esos intereses que nos quieren aislados y paranoicos.

Nuestra opción es, hoy más que nunca, involucrarnos con la sociedad que conformamos o entregarnos a la demagogia apocalíptica de los hechos consumados.

 
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