La fiesta de todos

(28/05) Pueden intentarse diversas lecturas para evitar arribar a lo inevitable. Los festejos por el Bicentenario excedieron todo marco, organización y bandería partidaria. En el obelisco, sobre la 9 de Julio, adueñándose de espacios y festejos estuvo el Pueblo.

Los festejos del Bicentenario están destinados a pasar a la historia como el hecho que congregó mayor cantidad de argentinos desde su fundación.

Casi una decena de mandatarios extranjeros, miles de artistas populares en todas las expresiones del arte participando.

Cientos de organizaciones, y los más diversos sectores sociales fueron parte, pero sobre todo, millones de argentinos.

Las cifras más conservadoras hablan de seis millones, otras hablan de ocho y diez millones, como si un millón o más hiciera la diferencia.

Millones de argentinos que no fueron convocados por la estupidez ni la vacuidad.

No participaron Tinelli, ni Fort, ni Legrand, ni Giménez de la convocatoria.

No estuvo canal 13, ni Telefe ni América fogoneando la participación, como alguna vez hicieron con los cacerolazos, más bien en todo caso ningunearon la actividad y en algunos casos hasta la boicotearon.

Y está bien, como podría haber dicho la gran diva argentina de los mediodías fachos “nadie que tenga buen gusto puede participar en una actividad donde la gente no se queda afuera y tiene el mal tino de molestar”, así que esta bien que ellos no hayan participado.

Lo que quedó claro esta semana es que a los argentinos ya no se los arrea tan fácilmente como hasta hace bastante poquito, o como suelen decir: se puede engañar a algunos mucho tiempo, o a muchos poco tiempo, pero jamás a todos todo el tiempo.

Afortunadamente este bicentenario quedó claramente demostrado que la gente no solo no vota más por un choripan, sino que tampoco elige más por lo que le dice la tele y eso... Eso es muy bueno.

Tan bueno como fue la experiencia de sentirse polvo, un grano de arena en la inconmensurabilidad de ese mar de argentinos que caminaba por la 9 de Julio en la certeza de estar caminando su propia historia.

Una historia plagada de sinsabores y matizada por alguna que otra victoria.

Una historia que parecemos, los argentinos, los que ganamos por diez millones a dos mil setecientos, parecemos dispuestos a torcer hacia el lado de las mayorías, de las minorías sojuzgadas, y de los hombres y mujeres que creen que un país mejor para muchos, es posible.

 
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